Hace poco tiempo, mientras reflexionaba sobre mi
experiencia como empresario, llegué a una conclusión que me dejó asombrado.
Esta revelación, al menos para mí, resultó ser un verdadero punto de inflexión
en mi carrera.
¿Cuál fue mi epifanía, se preguntarán?
Descubrí que soy un pésimo director de recursos
humanos. Quizás, utilizar la palabra "horrible" sea un tanto
exagerado, pero "ineficaz" describe de manera más precisa mis
intentos en esta área.
¿Cómo llegué a la conclusión de que soy un gestor de
talento ineficaz?
Mi historial de más de dos décadas está lleno de
fracasos en la recuperación y el desarrollo de empleados con dificultades. En
cada intento, fracasé de manera espectacular.
Permítanme compartirles la historia de
"Linda". Linda era una diseñadora gráfica talentosa que se unió a
nuestra empresa cuando tomé las riendas de una nueva división. A pesar de su
habilidad innegable, Linda parecía desmotivada y poco comprometida.
Decidí invertir tiempo y energía en su desarrollo. Le
proporcioné mentoría y oportunidades de formación. Le preguntaba una y otra vez
si necesitaba ayuda o si algo estaba mal. Su respuesta siempre era la misma:
"Estoy bien, gracias".
A pesar de mis esfuerzos, sus proyectos seguían sin
cumplirse a tiempo. Cuando le preguntaba por qué, respondía: "Tuve otras prioridades".
Intenté aliviar su carga de trabajo, pero los resultados seguían siendo los
mismos.
Un día, llegué a la oficina después de un almuerzo y
encontré una carta en mi escritorio que decía: "Me voy". Linda había
renunciado de manera inesperada.
Mi historial de fracasos en la gestión de talento se
mantenía intacto. Nunca había logrado transformar a un empleado con
dificultades en un activo para la empresa.
Luego, estaba el caso de "James". James era
un experimentado vendedor con un sólido historial de ventas en la industria.
Sin embargo, en nuestra empresa, no lograba alcanzar sus objetivos.
Decidí tomar cartas en el asunto y trabajar
directamente con él. Ofrecí mi ayuda en cada aspecto que se me ocurrió, pero
sus resultados seguían siendo deficientes. Finalmente, nos vimos obligados a
prescindir de sus servicios.
Una vez más, mi historial de fracasos en la gestión de talento se mantenía sin cambios. Entonces, ¿cuál es la clave para ser un exitoso CEO? La respuesta es sencilla y poderosa: seleccionar a los mejores talentos desde el principio.
En otras palabras:
- Contrata a empleados excepcionales.
- Ofrece una remuneración justa.
- Brinda un ambiente propicio para su éxito.
- No interfieras en su trabajo, a menos que soliciten ayuda.
- Proporciona orientación y capacitación cuando sea necesario.
La lección que he aprendido a lo largo de mi carrera
es que el reclutamiento y la construcción de un equipo de alto rendimiento son
las tareas más cruciales para un CEO.
Puede ser que no sea hábil en la recuperación de
empleados en dificultades, pero incluso si lo fueras, ¿no sería más efectivo
comenzar con un equipo excepcional desde el principio?
Piénsalo de esta manera: Los empleados excepcionales hacen lo correcto. Requieren una mínima supervisión. Contribuyen más allá de sus responsabilidades. Crecen con la empresa. Permanecen a largo plazo si se les trata con justicia y se les promociona cuando corresponde.
Es realmente simple. ¡Todo lo que necesitas hacer es
darles espacio para brillar!
Tu equipo es la columna vertebral de tu éxito
empresarial. Sin un equipo sólido, te verás atrapado en problemas operativos y
no podrás dedicar el tiempo necesario a la planificación estratégica de tu empresa.
Tus resultados nunca serán los que deseas.
Permíteme ilustrarte esto con un ejemplo concreto.
Trabajé recientemente con un emprendedor llamado "Alex". Alex había
logrado hacer crecer su negocio hasta alcanzar los 4 millones de dólares en
ingresos anuales, pero se encontraba estancado.
En ocasiones, es necesario cambiar el equipo cuando
cambias tu estrategia empresarial. En el caso de Alex, el problema radicaba en
la calidad de su equipo.
Le planteé a Alex una pregunta simple: "Imagina
tu organización dentro de un año. ¿Quiénes de tus altos ejecutivos encajarían
en esa visión y quiénes no?"
Dos de sus seis altos ejecutivos no encajaban en esa visión. "¿Qué planeas hacer?", le pregunté. Alex respondió: "Voy a darles una oportunidad de mejorar. ¿Qué opinas?"
"No creo que sea realista esperar un cambio
significativo en su rendimiento", le dije, compartiendo mi historial de
fracasos al intentar salvar a empleados con dificultades.
Después de evaluar la situación, Alex se dio cuenta de
que necesitaba reclutar un nuevo equipo y ajustar su estrategia. Comprendió que
sus resultados seguirían sufriendo hasta que lograra formar un equipo sólido.
¿Qué pasaría si Alex tuviera el equipo adecuado desde
el principio? Entonces, él y su equipo podrían actuar con rapidez para impulsar
el cambio en su empresa.
En resumen, la lección fundamental que he aprendido a
lo largo de los años es que, como CEO, el poder de tu éxito reside en la
selección y construcción de un equipo excepcional. Deja que los expertos hagan
lo que hacen mejor y libéralos para que brillen. Tu equipo es el motor que
impulsará tu empresa hacia el éxito duradero.
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